Andreas Malm: «En la lucha por el clima y en Gaza tenemos que usar todas las estrategias a nuestra disposición»

por | Oct 23, 2025 | Ecologismo, Mundo

Palestina funciona como un microcosmos que condensa las tendencias globales de destrucción, donde el ecocidio y el genocidio operan en una relación dialéctica, especialmente visible en cómo la extrema derecha mundial abraza simultáneamente el sionismo y los combustibles fósiles.

Andreas Malm en Read.

Entrevistamos a Andreas Malm mientras la ocupación de Palestina alcanza dimensiones de genocidio y el planeta sobrepasa umbrales críticos de habitabilidad. Profesor de Ecología Humana en la Universidad de Lund y militante ecosocialista, Malm se ha consolidado como una de las voces más incisivas a la hora de pensar la crisis climática como un campo de batalla político, donde el capitalismo fósil y los proyectos coloniales se entrelazan en una misma maquinaria de explotación y muertes.

En La destrucción de Palestina es la destrucción de la Tierra (Verso Libros, 2025), Malm expone cómo genocidio y ecocidio forman parte del mismo proyecto capitalista, y en Overshoot –que también será traducido próximamente al castellano– traza un mapa del tiempo político que inaugura la superación de los límites planetarios, un periodo de “calor largo” marcado por catástrofes irreversibles pero también por luchas radicales. Su participación en la convención READ puso en el centro cómo articular resistencias ecosocialistas en un mundo atravesado por la barbarie climática y la guerra.

En tus libros siempre has vinculado el capitalismo fósil con el colonialismo. ¿Qué continuidades ves entre las viejas potencias coloniales y el régimen actual de Israel?

La entidad sionista es el proyecto de colonialismo de asentamiento más extremo que uno pueda imaginar, y es único en el presente. Pero no lo veo como un vestigio de una época pasada, sino más bien como un signo de lo que nos deparará el futuro. Se trata de ejercer un poder tecnológico avanzado contra masas de gente pobre y no blanca.

La entidad sionista es el proyecto de colonialismo de asentamiento más extremo que uno pueda imaginar

Y precisamente por eso, Israel puede exportar sus tecnologías a países ricos en todo el mundo. Existen muchos ejemplos sobre esto. Uno de ellos, que desarrollo junto a mi colega Wynne Carton en un libro próximo (The Long Heat: Climate Politics When It’s Too Late), es revelador: el primer experimento de geoingeniería solar –la inyección de aerosoles en la estratósfera– lo llevó a cabo en la primavera de 2024 una startup israelí, aparentemente con el mismo tipo de aviones de combate que hoy arrasan Gaza. Desde entonces, se han sucedido diversos ensayos.

Esa misma startup, que lidera los experimentos de geoingeniería solar, está hoy plenamente integrada en el aparato militar israelí. Resulta inquietante que una tecnología así se desarrolle como parte de una maquinaria genocida. Lo que muestra, en el fondo, es que la entidad no remite al pasado, sino al futuro. Aunque también condensa siglos de agresión imperial y colonial de Occidente contra el sur global.

El genocidio en Gaza aparece invertido en los medios occidentales: el carácter colonial de la ocupación queda oculto, y la resistencia palestina es etiquetada como terrorismo fundamentalista. Desde la perspectiva de los movimientos sociales ¿cómo enfrentamos esta inversión de la narrativa?

Creo que una parte importante implica comprometerse con los palestinos y con los actores que realmente saben algo sobre la resistencia, así como con intelectuales palestinos. Esto sería en Cisjordania, porque en Gaza nadie puede desarrollar ninguna actividad intelectual: todo el mundo allí está intentando sobrevivir desesperadamente. Hay que escuchar su perspectiva sobre lo que es la resistencia e intentar servir de altavoz de los palestinos. El objetivo es romper la demonización liberal de Hamás, la Yihad y del resto de la resistencia. Solo así se puede desmontar esa idea absolutamente racista de que se trata de musulmanes salvajes, irracionales y fundamentalistas.

Hay que dejar claro que el sionismo no es el auténtico representante del pueblo judío ni de la religión judía

La otra cara de esto, por supuesto, es vincularse con grupos judíos que renuncian completamente al sionismo y dejar claro que el sionismo no es el auténtico representante del pueblo judío ni de la religión judía. Y creo que aquí el movimiento, en Estados Unidos en particular, ha sido eficaz, ha hecho un trabajo ideológico muy bueno rompiendo esa asociación entre lo judío como tal y el Estado de Israel. Ha habido grandes avances en la cultura política estadounidense.

Pero mucho menos, creo yo, en cuanto a vincularse con voces palestinas. Aquí falta mucho más trabajo, entre otras cosas porque no existe una gran diáspora palestina comparable a la judía en Estados Unidos, ni una comunidad organizada. También hay cuestiones de idioma y otras dificultades que complican el contacto con los intelectuales palestinos que tenemos en Cisjordania. Pero existen. Por ejemplo, no puedo dejar de mencionar a Abd al-Jawad Omar, un intelectual palestino de enorme importancia en Ramallah, que explica de una manera muy poderosa qué es la resistencia y cómo se está organizando.

En tus textos cuestionas la noción de pacifismo, y lo contrapones con un sistema que destruye vidas y ecosistemas. ¿Cómo se aplica esto a la lucha palestina hoy, y no solo en Palestina, sino también en el resto del mundo, donde se protesta contra el genocidio?

Bueno, el pacifismo –la idea de que la única estrategia admisible es la no violencia– es completamente inútil, por supuesto, para los palestinos. Han usado todas las estrategias y tácticas imaginables, pero ninguna ha funcionado, al menos en el sentido de lograr la liberación. Es evidente: Palestina está siendo literalmente destruida ante nuestros ojos.

Está justificado eso que llamo agnosticismo estratégico: asumir que no sabemos qué estrategia puede funcionar

En todo el mundo se han ensayado múltiples estrategias y tácticas, pero atravesamos un momento histórico extremadamente oscuro, donde con muy pocas excepciones el enemigo se impone constantemente. La única posición que, a mi juicio, resulta justificada es lo que llamo “agnosticismo estratégico”: asumir que, sencillamente, no sabemos qué estrategia puede funcionar.

Esta perspectiva es contraria a la de quienes escribieron el libro Why Civil Resistance Works, para quienes la única estrategia que funciona es la desobediencia civil no violenta. Esto es completamente falso y muy fácil de refutar. Además, también necesitamos enarbolar lo que denomino pluralismo táctico: se trata de poner en práctica todas las tácticas posibles y comprobar si realmente permiten avanzar y mejorar nuestras posiciones en la lucha.

Este pluralismo significa que no podemos fetichizar tácticas particulares. Efectivamente, puede haber resistencia armada. Como la que heroicamente está llevando adelante la resistencia en Gaza: casi dos años después del inicio del genocidio, sigue ahí, ayer mismo logró matar a cuatro soldados de la ocupación en Rafah, y espero que en los próximos días logren muchos más en Gaza. Pero también significa hacer cosas como la flotilla, o iniciar campamentos de solidaridad como el que acaba de tener lugar en Malmö, la ciudad donde vivo, además de todo tipo de protestas pacíficas y no violentas: contra un evento ciclista, boicots deportivos, boicot a Eurovisión…

¡Necesitamos intentarlo todo!

¡Todo! ¡Necesitamos intentarlo todo! Esto vale para Palestina, para el clima y prácticamente para cualquier otra lucha. Por eso hay que ser antipacifista, porque el pacifismo es el rechazo de cualquier otra forma de resistencia que no sea absolutamente pacífica.

La ocupación de Palestina no solo expulsa y masacra a personas. También destruye la tierra: se apropia del agua, devasta los suelos, militariza la tierra. ¿Cómo nos ayuda Palestina a entender que genocidio y ecocidio forman parte del mismo proyecto capitalista y extender el debate hacia la crisis climática global?

El vínculo más obvio, en el día a día, es que lo que ocurre en Gaza es la destrucción total de la tierra de Gaza, ese rincón de Palestina con una historia antiquísima que está siendo completamente aniquilado como unidad territorial, como esfera ecológica de existencia. El resultado es que nadie podrá vivir allí sin un proceso de restauración o rehabilitación a una escala enorme.

Palestina es un microcosmos, como suele decirse con razón: un lugar donde las tendencias globales se condensan e intensifican

Palestina es un microcosmos, como suele decirse con razón: un lugar donde las tendencias globales se condensan e intensifican. Lo que ocurre allí es una versión concentrada del futuro que se despliega en el planeta. Basta mirar a Pakistán. En este caso, la destrucción no se deriva de una maquinaria genocida, sino del calentamiento global. En los últimos meses, las inundaciones han desplazado a más de dos millones de personas en el Punjab. Esto no es un fenómeno nuevo: Pakistán es uno de los territorios más vulnerables en el mundo, y se está calentando a toda velocidad. Con los glaciares derritiéndose a un ritmo que desborda ríos, con monzones y lluvias torrenciales, hoy sufre un exceso temporal de agua. Pero a largo plazo se enfrenta a lo contrario: un futuro sin agua, porque los glaciares desaparecen.

Y este tipo de destrucción de un país guarda, en cierto modo, un isomorfismo, una similitud formal con lo que ocurre en Palestina, aunque el agente de la destrucción sea cualitativamente distinto. El calentamiento global no es lo mismo que un ejército de ocupación que ataca tanques y aviones de combate y bombardea todo hasta hacerlo añicos. Pero ambas fuerzas destructivas operan en una relación dialéctica, y esta relación se ve sobre todo en cómo las fuerzas de extrema derecha en el mundo abrazan ambas dimensiones: la política sionista y los combustibles fósiles. Lo puedes observar en Donald Trump, en el gobierno alemán y la AfD, en la extrema derecha de mi país, Suecia. Y supongo que Vox será muy similar.

El concepto de overshoot [sobrepasamiento] señala que la humanidad ya ha superado los límites biofísicos del planeta. ¿Qué significa esto en términos políticos e históricos? ¿Podemos decir que ya estamos irreversiblemente ahí?

Lo que está ocurriendo es que estamos cruzando el umbral de 1,5 grados de calentamiento global. El año pasado fue el primero oficialmente registrado con una temperatura media por encima de ese límite. Y está sucediendo mucho más rápido de lo esperado.

Esto no significa necesariamente que sea físicamente y tecnológicamente imposible volver a bajar de 1,5. Si todas las emisiones cesaran mañana y desplegáramos todas las tecnologías de captura de CO₂ posibles, probablemente podríamos garantizar que esta transgresión fuese muy breve. Pero es una tarea tan hercúlea que, si somos realistas, tenemos que concluir que no va a pasar. No vamos a detener las emisiones tan pronto. Así que avanzamos hacia el siguiente límite: algunos han argumentado que después de 1,5 viene 1,7, y luego, por supuesto, 2 grados, que era el viejo umbral. Y la trayectoria actual indica que superaremos muy rápidamente también esos límites.

la lucha por el derecho al retorno –por devolver al pueblo palestino su tierra y por devolver al clima unas condiciones habitables– va a ser muy larga y dura

Esto no significa que todo esté perdido. 1,5 probablemente sea una causa perdida en el corto y medio plazo, aunque no se pueda descartar por completo que sea posible restaurar las temperaturas a un nivel más bajo. Del mismo modo que no es imposible devolver Palestina a sus legítimos dueños y liberar el país. Solo que, en ambos casos, las pérdidas son colosales y difíciles de asimilar. Además, la lucha por el derecho al retorno –por devolver al pueblo palestino su tierra y por devolver al clima unas condiciones habitables– va a ser muy larga y dura.

Tu noción de long heat [calor prolongado] subraya los efectos ineludibles de las emisiones pasadas. ¿Cómo afrontamos política y moralmente una catástrofe ya inscrita en el tiempo? ¿Qué espacio queda para la acción radical?

Bueno, aún queda mucho, porque uno de los argumentos que hacemos es que, precisamente porque llegamos tan tarde, vamos a ver distintos conflictos estallar durante este periodo de calor prolongado.

El desastre de Valencia el otoño del año pasado es un buen ejemplo: tras aquellas inundaciones, apenas pocos días después hubo una gran manifestación y disturbios. Creo que veremos mucho más de esto a medida que los desastres climáticos se agraven. El gran reto estratégico para el movimiento climático será intervenir en esos momentos y señalar a las compañías de combustibles fósiles.

No basta con enfadarse con los políticos locales que no dieron las señales de emergencia correctas o que no organizaron bien la respuesta de evacuación. Podemos enfadarnos con ellos, sí, pero, en última instancia, si no cerramos las empresas de combustibles fósiles, lo que tendremos son más desastres de este tipo, y cada vez mayores en escala y magnitud.

Repsol debería ser socializada y transformada en otra cosa.

En España existe una empresa, Repsol, que apenas unos meses antes del desastre en Valencia anunció la expansión de sus proyectos en Venezuela. Esta empresa debería ser socializada y transformada en otra cosa. Lo mismo con Total, Shell, BP, Exxon… Este es el gran desafío estratégico para el movimiento climático: tomar las empresas en el momento del desastre.

Si pudieras hacer un llamado a la acción ¿qué le dirías a los jóvenes que buscan un modo de luchar contra el proyecto capitalista?

En este momento, la prioridad absoluta debe ser detener el genocidio. Porque el genocidio de Gaza es el crimen de los crímenes. Está ocurriendo ahora, está organizado por los países capitalistas avanzados, por el imperio estadounidense. Si no podemos detener la ocupación, no sé qué nos deparará este mundo.

Esta es la lucha del pueblo palestino, pero también la de buena parte de la humanidad.

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