La manifestación del sábado 4 de octubre en Roma fue histórica: cerca de un millón de personas ocuparon las calles de la capital italiana en solidaridad con el pueblo palestino y para denunciar la complicidad italiana con el genocidio en curso. Un extraordinario colofón a las intensas protestas que se han sucedido por todo el país desde que explotara el movimiento durante la huelga general del 22 de septiembre –la primera en muchos años con un seguimiento real–. Sin duda el empuje mediático de la Sumud Flotilla ha sido decisivo para desencadenar esa explosión, pero la velocidad con la que ha adquirido fuerza el blocchiamo tutto hace pensar en motivaciones profundas que van más allá de la «mera» solidaridad.
El genocidio empieza aquí
Uno de los éxitos del movimiento ha sido convertir en sentido común el blocchiamo tutto, esto es, la conciencia de que la solidaridad con Palestina no pasa únicamente por manifestaciones puramente expresivas. De igual forma que el apoyo occidental a Israel no es solo diplomático o cultural, sino también comercial –especialmente en ámbito militar–, para boicotear su proyecto genocida y colonialista resulta imprescindible incidir en lo material. Así, poco a poco ha ido calando el grito de «el genocidio empieza aquí», el cual se escucha desde hace dos años en calles, fábricas y universidades.
Es ya un hecho que la economía italiana está sufriendo una transformación hacia la economía de guerra
La denuncia de la complicidad italiana con el genocidio en Palestina tiene así una clara clave de lectura interna. Es ya un hecho que la economía italiana está sufriendo una transformación hacia la economía de guerra. Mientras los Estados europeos intentan habituar a la opinión pública al hecho de que estamos en guerra aunque no nos caigan bombas encima, en Italia y otros países se consolida la idea de que las empresas en crisis deben reconvertirse a la producción bélica. Una reconversión que requiere muchos años, pero que ya ha iniciado.
Como ya hiciera en tiempos del Tercer Reich, la alemana Volkswagen ha declarado que volverá a producir motores y otros dispositivos para vehículos militares en colaboración con su compatriota Rheinmetall, líder europeo en la producción de municiones y armamentos terrestres. Esta última ha formalizado una joint venture con la italiana Leonardo S.p.A., cuyo principal accionista es el ministerio de Economía transalpino. El acuerdo prevé la fabricación de 280 nuevos tanques Panther y más de 1.000 vehículos blindados Lynx para el ejército italiano, un contrato de 23.200 millones de euros. La mitad de la producción tendrá lugar en fábricas italianas, con la colaboración de Iveco Defence Vehicles, controlada por Exor, institución financiera propiedad de la familia Agnelli. Además, tanto Leonardo como Rheinmetall se han declarado dispuestas a participar en el proyecto propuesto por representantes de Francia y Alemania para crear un tanque pesado europeo. Leonardo también ha comprado, a través de la empresa alemana Hensoldt, una fábrica Bosch con 400 trabajadores, con la idea de reconvertirla a la producción militar. Son solo ejemplos concretos de un fenómeno generalizado que atañe a cada vez más empresas italianas.
La vinculación de esta reconversión industrial con el genocidio del pueblo palestino es directa. Basta pensar que Leonardo comercia desde hace años con el ejército de Israel a través de la exportación y manutención de cazas M-346, utilizados para el entrenamiento de pilotos israelíes, los top gun de las FDI que desde hace dos años sobrevuelan la Franja de Gaza sembrando destrucción y muerte. Por otro lado, los tanques que han arrasado tantos barrios gazatíes están equipados con sofisticados sistemas de «autoprotección» producidos por DRS, empresa estadounidense controlada conjuntamente por Leonardo y un grupo de compañías israelíes. Una colaboración que admitía hace pocos días en una entrevista el director ejecutivo de Leonardo y exministro de Transición Ecológica, Roberto Cingolani, dejando así en evidencia al ministro de Exteriores Antonio Tajani, que desde hace dos años asegura a la opinión pública que todos los acuerdos militares con Israel «están suspendidos».
De puertos y sindicatos
Otro punto focal de los intentos de bloqueo de la logística bélica han sido los numerosos puertos comerciales situados a lo largo de la costa italiana. La sólida organización de los estibadores en algunos de ellos ha resultado esencial en el éxito del blocchiamo tutto. Destacan Génova y Livorno, en cuyos puertos los sindicatos autónomos C.A.L.P. y G.A.P., respectivamente, han conseguido obstaculizar las actividades de distintos cargueros con destino a Israel, en algunos casos con la certeza de que movilizaban material militar. En otros puertos como el de Trieste las protestas se han encontrado con una cierta pasividad de los estibadores, cuyas organizaciones quedaron desbaratadas tras las movilizaciones contra el green pass o pasaporte covid del otoño de 2021.
Las iniciativas de los estibadores han estado apoyadas por sindicatos de base como USB, que ha asumido un relevante papel en las últimas semanas, dando cobertura a las protestas a través de la proclamación de las huelgas generales del 22 de septiembre y el 3 de octubre (esta última como respuesta directa al ataque a la Flotilla). Por su parte, la CGIL, primer sindicato italiano en número de afiliados y fuertemente vinculada al viejo PCI, se negó a sumarse a la huelga del día 22, convocando en su lugar un paro de dos horas días antes. Cuando el consenso respecto a la Flotilla alcanzó su ápice, se vio obligada a sumarse a la huelga general del 3 de octubre. Una convergencia difícil y políticamente incómoda para muchos que, no obstante, resulta indispensable para la continuación del movimiento, considerando la enorme influencia que la CGIL tiene sobre gran parte del mundo laboral.
Convergencia entre el nuevo anticolonialismo y el viejo internacionalismo
En todas las manifestaciones del blocchiamo tutto llama la atención la enorme participación juvenil. Tras más de una década sin grandes movilizaciones estudiantiles, el genocidio en Palestina ha conseguido politizar a gran parte de una nueva generación, igual que pudieron hacerlo las guerras de Vietnam o Irak. Tal y como indica Lorenzo Zamponi en Jacobin Italia, «se trata de una generación caracterizada por un nivel medio de educación mayor respecto a sus predecesoras, así como por una familiaridad mucho más inmediata con lo que ocurre en el mundo y las claves interpretativas para analizarlo. Una generación que, por primera vez en la historia de Italia, cuenta con una componente relevante de italianos de segunda generación, con un trasfondo familiar migrante o, en cualquier caso, de personas con vínculos biográficos, familiares e identitarios con el Sur global. […] Resulta fundamental tener en cuenta la combinación entre esta nueva composición y el acceso inmediato a historias e ideas si se quiere entender la creciente centralidad del anticolonialismo en la visión del mundo de esta generación y, en general, el derrumbe de todas las retóricas occidentalistas».
El viejo internacionalismo y el nuevo anticolonialismo no hablan siempre el mismo idioma, y en estos dos años se han producido no pocas fricciones entre ambos
Durante las protestas, las nuevas generaciones han entrado en contacto con sus predecesoras, en las que domina, como indica Zamponi, «el histórico sentimiento filoárabe y especialmente filopalestino que ha caracterizado Italia durante buena parte de su historia republicana». Cabe recordar aquí, como ejemplo paradigmático, la visita de Yasser Arafat a Italia en 1982, cuando el histórico líder de la OLP fue recibido con honores propios de un jefe de Estado por parte de los más altos representantes institucionales, así como por el entonces papa Juan Pablo II. Mucho ha llovido desde entonces en Italia. Especialmente tras el 11-S, las élites políticas y mediáticas italianas han luchado intensamente contra el sentimiento generalizado de solidaridad con Palestina, desplazando significativamente la posición mayoritaria hacia el eje EEUU-Israel. Debido en parte a esa interrupción histórica, el viejo internacionalismo y el nuevo anticolonialismo no hablan siempre el mismo idioma, y en estos dos años se han producido no pocas fricciones entre ambos. Por suerte, la gravedad de la situación y elementos compartidos como el apoyo a la Flotilla han catalizado una potente convergencia entre ambos enfoques.
Potencias y límites del movimiento
El actual gobierno encabezado por Giorgia Meloni fue aupado al poder gracias a una desértica oposición parlamentaria y a una extraordinaria abstención electoral. Esto, unido al sentimiento generalizado proisraelí, ha permitido al ejecutivo posfascista homologarse fácilmente al resto de Occidente en su apoyo a Israel. Solo la creciente fuerza del nuevo movimiento ha conseguido quebrar la posición monolítica del gobierno, cuyos miembros se han visto obligados a expresarse «críticamente» respecto al genocidio. Un cambio que resultaría impensable sin el blocchiamo tutto. Y no se trata únicamente de retórica. Precisamente recientemente, el viceministro de Exteriores Edmundo Cirielli, en respuesta a una pregunta parlamentaria, comunicaba la decisión del gobierno de revocar, por primera vez desde el 7 de octubre de 2023, una licencia para exportar armas a Israel. Por otro lado, cabalgando la oleada de movilizaciones, un grupo de juristas internacionales han anunciado que presentarán una denuncia ante el Tribunal Penal Internacional contra Giorgia Meloni, los ministros de Interior y Defensa, y el CEO Roberto Cingolani por ofrecer apoyo político y militar a las fuerzas de ocupación israelíes, asumiendo que la ofensiva israelí no habría sido posible sin el apoyo de los Estados occidentales, entre ellos Italia. De nuevo, «el genocidio empieza aquí».
¿Cómo mantener la intensidad, el interés de las masas movilizadas, para poder así obstaculizar cada vez más el avance del genocidio
Más allá de estas victorias puntuales y considerando cómo suelen funcionar estos movimientos, es esperable que, tras la explosión inicial, con dos semanas de manifestaciones prácticamente diarias, la oceánica manifestación del sábado en Roma represente un punto de inflexión. En las distintas asambleas la pregunta es clara: ¿Cómo proseguir? ¿Cómo mantener la intensidad, el interés de las masas movilizadas, para poder así obstaculizar cada vez más el avance del genocidio y la guerra? La próxima gran cita anunciada por el movimiento es el partido de clasificación para el mundial de fútbol masculino entre las selecciones de Italia e Israel, que tendrá lugar el próximo 14 de octubre en Údine. Un momento importante por la relevancia que tiene en el panorama actual el lavado de cara de la potencia sionista a nivel cultural e institucional. ¿Y luego qué?
En los últimos meses, y sobre todo en las últimas semanas, han cristalizado afinidades políticas entre las distintas subjetividades participantes en las protestas. Una tarea del movimiento será sin duda mantenerlas, cuidarlas y hacerlas crecer. Solo así se podrá intervenir cuando un nuevo carguero con armas para Israel intente atracar en un puerto italiano, cuando se sepa de un nuevo acuerdo académico con instituciones israelíes o cuando se descubra la connivencia de una empresa con el proyecto colonialista de Israel. Independientemente de los acuerdos que pueda aceptar Hamás o, en general, del futuro próximo de Palestina, difícilmente se conseguirá destruir las relaciones coloniales en el breve plazo. Por ello, el movimiento blocchiamo tutto tendrá una razón de ser durante mucho tiempo y, por tanto, la potencialidad para incidir en los mecanismos globales que unen la guerra exterior y la guerra interior.