Durante las semanas previas al Sónar, representantes culturales de la clase gestora profesional trataron de neutralizar el malestar de asociaciones propalestinas que se estaban organizando para boicotear el festival.

Durante las semanas previas al Sónar, representantes culturales de la clase gestora profesional trataron de neutralizar el malestar de asociaciones propalestinas que se estaban organizando para boicotear el festival.
El meme de las meninas surgió como un objeto digital capaz de canalizar el hastío de toda una generación: una estética propia de una clase media desencantada que, cada vez con más claridad, intuye que las cosas solo pueden empeorar.
La cultura de izquierdas parece atrapada en identitarismos, eslóganes gastados y gestos moralizantes. Mientras tanto, el encarecimiento del suelo urbano y la proliferación de regulaciones sobre el espacio público han ido borrando, poco a poco, los lugares donde explorar nuevas formas de vida.
Los intereses económicos se han acabado imponiendo en la Universidad de Goldsmiths, una institución que fue referente del pensamiento crítico y cultural europeo. ¿Qué nos dice esto de la relación entre la neoliberalización del conocimiento y la deriva identitaria e individualista del sector artístico?