¿Por qué en Catalunya hay dos extremas derechas?

por | Nov 19, 2025 | Análisis

La ultraderecha está doblemente representada en el Parlament de Catalunya por Vox y Aliança Catalana. Las últimas encuestas les pronostican un crecimiento espectacular. ¿A qué responde el éxito de estas dos ofertas políticas xenófobas en un mismo país?

Las elecciones catalanas del pasado mayo de 2024 significaron un cambio de ciclo político que, con la investidura del socialista Salvador Illa, clausuró la convulsa década procesista de mayorías absolutas en el Parlament de Catalunya y de gobiernos independentistas en la Generalitat. Un cierre cuyo último fleco, pendiente del Tribunal Constitucional, radica en la aplicación efectiva de la amnistía a los líderes del procés.

La segunda novedad del escrutinio, además de la pérdida de la mayoría absoluta independentista, fue la representación dual de la extrema derecha en Catalunya con la entrada de dos diputados de Aliança Catalana (AC).

Recientes sondeos electorales, como el de La Vanguardia, (21/09/2025), coinciden en apuntar a un crecimiento espectacular de estas dos formaciones de extrema derecha. AC pasaría de dos a 19 diputados –mientras Junts bajaría de 35 a 21 escaños–. Además, sería primera fuerza política en las circunscripciones de Girona y Lleida. Por su parte, Vox subiría de los 11 a los 16 diputados, mientras que el PP descendería de los 15 a los 13 escaños.

Vox obtiene sus mejores resultados en los municipios del Área Metropolitana de Barcelona y Tarragona, en barrios habitados por trabajadores de lengua castellana.

Vox, liderado por Ignacio Garriga, obtiene sus mejores resultados en los municipios del Área Metropolitana de Barcelona y Tarragona, en barrios habitados por trabajadores de lengua castellana de la segunda o tercera generación procedentes de la inmigración del sur de España del franquismo. Por el contrario, AC, dirigida por Sílvia Orriols, alcaldesa de Ripoll, mayoritariamente obtiene sus apoyos en poblaciones de la Catalunya interior, en localidades de Girona y Lleida donde la extinta Convergència de Jordi Pujol obtenía grandes mayorías y que fueron feudos del carlismo en el siglo XIX.

Aquí debe recordarse que en Ripoll surgió la célula yihadista causante de los atentados terroristas de Barcelona y Cambrils en agosto de 2017 que, en vísperas del referéndum del 1 de octubre, conmocionaron a la sociedad catalana. Un atentado que el movimiento independentista atribuyó a la convivencia de los servicios secretos del Estado español y que arrojó espesas sombras de duda sobre la “integración” de la segunda generación de la inmigración marroquí en Catalunya.

Mención especial merece el caso de Badalona donde Xavier García Albiol obtuvo una aplastante mayoría absoluta en las pasadas municipales. Presidente del PP catalán en los años del procés, ejerció de alcalde entre 2011 y 2015 con una campaña populista, antinmigración y antiocupación bajo el lema “limpiar Badalona”. Es significativo que, a diferencia de otros municipios del Área Metropolitana de Barcelona, aquí Vox no obtuvo representación. Al igual que Isabel Díaz Ayuso en Madrid, García Albiol ha asumido con éxito gran parte del discurso de la extrema derecha en materia de inmigración y seguridad ciudadana.

Ultranacionalismos antagónicos

Ciertamente, el ascenso de las extremas derechas en Occidente es un fenómeno global con muy diversas concreciones y particularidades nacionales. La singularidad del caso catalán radica en la consolidación de dos formaciones que comparten un discurso antiinmigración, islamófobo y sionista, pero que militan en ultranacionalismos antagónicos. Además, representan una base identitaria, territorial y social muy distinta que puede resumirse esquemáticamente en las antinomias: lengua castellana/catalana, clase trabajadora/clase media, Catalunya metropolitana/interior.

Los referentes históricos de Aliança Catalana son fascistas catalanes de los años 30 del siglo pasado.

Desde el punto de vista ideológico, Vox no ha roto amarras con el nacionalcatolicismo franquista cuyos símbolos y memoria reivindica. Por el contrario, los referentes históricos de Aliança Catalana son fascistas catalanes de los años 30 del siglo pasado como Daniel Cardona de Nosaltres Sols o los hermanos Badia de Estat Català. Respecto al factor generacional, Vox y AC obtienen elevados apoyos electorales entre la juventud; aunque, en el caso de AC sus perfiles son algo más transversales.

El proceso independentista actuó como un acumulador de fuerzas, un desencadenante, para ambas formaciones, aunque en sentido contrario. Vox creció en los años de ascenso del procés que activó los registros del ultranacionalismo español en defensa de la unidad de la patria amenazada por los separatistas catalanes. Aliança Catalana sin embargo es un producto del declive del procés, de la frustración provocada en amplios sectores del movimiento independentista por las falsas promesas, la desunión de los partidos independentistas y la falta de perspectivas para avanzar hacia la secesión. Aquí radica la explicación del fenómeno de la existencia de dos ofertas políticas de extrema derecha en Catalunya.

El ultranacionalismo y la xenofobia son dos de los principales ejes ideológicos de las extremas derechas occidentales. Los trabajadores inmigrantes, especialmente los musulmanes, son percibidos como una amenaza para la identidad nacional/cultural y una competencia en el acceso a los servicios públicos y prestaciones sociales. Vox y AC coinciden, tanto en el discurso racista como en sus propuestas legislativas punitivas contra la inmigración, pero discrepan radicalmente en la cuestión de la identidad nacional.

Los nacionalismos necesitan de enemigos internos y externos como factores esenciales para la cohesión del movimiento.

Vox es la expresión del ultranacionalismo español en España y en Catalunya, mientras que AC lo es del ultranacionalismo catalán. El anticatalanismo resulta uno de los elementos estructurales del nacionalismo reaccionario español, al igual que el antiespañolismo lo es para el nacionalismo identitario catalán. Los nacionalismos necesitan de enemigos internos y externos como factores esenciales para la cohesión del movimiento. El anticatalanismo ejerce esa función en el españolismo y viceversa. Eso sí, con una gran diferencia: el nacionalismo español dispone de un Estado soberano -el templo de la Nación- mientras que el catalán aspira a tenerlo.

Esa dialéctica nacionalitaria impide por ahora los pactos entre PP y Junts, muy próximos en el eje ideológico derecha/izquierda como se ha comprobado en el tema de la reducción de la jornada laboral. Además, ambas formaciones se enfrentan al miedo cerval que les provoca la fuga de votos por su derecha que representan Vox y Aliança Catalana. Así, se evidenció en la reunión de Junts con los barones del PP en Murcia, escenario de los graves incidentes en Torre Pacheco, donde se difundieron sus polémicas propuestas sobre la inmigración o los argumentos xenófobos empleados por los portavoces de esta formación catalana en defensa de la transferencia de las competencias en materia migratorias pactadas con el PSOE.

Las denuncias por islamofobia se han triplicado en los últimos tres años provocando graves incidentes

En otro orden de cosas, tanto Vox como AC, difunden su mensaje incansablemente y con gran eficacia a través de las redes sociales, al tiempo que menosprecian el papel de los medios de comunicación tradicionales. Unos mensajes de odio que tienen consecuencias sociales como reveló el informe de los Mossos d’Esquadra, según el cual las denuncias por islamofobia se han triplicado en los últimos tres años (de 22 a 72) con graves incidentes como sucedieron este verano en Sabadell o con el “misterioso” incendio de la mezquita de Piera en la vigilia de su inauguración.

La consolidación de Vox y AC expresa, como en un espejo oscuro, la profunda segmentación identitaria de la sociedad catalana que no afecta únicamente a la extrema derecha. El caso de Badalona, donde concluyen ambos perfiles sociológicos, podría ser la excepción que confirma la regla. Pero esta duplicación no ha afectado solo a la extrema derecha, el procés ha acelerado la duplicación de todo el espectro político en función de la adscripción nacional: dos formaciones de derecha “tradicional” (PP y Junts), dos partidos socialdemócratas (PSC y ERC) y dos coaliciones izquierdistas (Comunes y CUP).

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