“Enviaré fuego a las murallas de Gaza, y consumirá sus fortalezas”. Amos 1:7, Biblia Hebraica
Estos días, los aficionados a las imágenes satelitales comprueban la brutal transformación que ha sufrido en un año el territorio conocido como Franja de Gaza. Visto desde la termosfera, el terreno se aparece como una sucesión de motas informes, marrones, grises y negras, donde el color verde prácticamente ha desaparecido. Según UNOSAT, en septiembre más del 66 % de los edificios habían sufrido daños como consecuencia de los bombardeos y de las demoliciones deliberadas, imposibilitando el retorno de las más de 1,9 millones de personas que han sido desplazadas de forma forzosa durante las repetidas expulsiones (“evacuaciones”) provocadas por el ejército israelí. Más del 67 % de los terrenos de cultivo han resultado dañados y han sido convertidos en un erial, lo que contribuye a agravar la hambruna junto con las restricciones en el acceso de ayuda humanitaria: solo 100 camiones con esta ayuda llegaron a entrar en la Franja de Gaza en todo el mes de octubre de 2024, debido al bloqueo económico impuesto por Israel, muy por debajo de los 500 camiones diarios que entraban antes de octubre de 2023. De noche, los satélites apenas perciben unos puntos de luz, la que producen los generadores eléctricos que aún funcionan, y las de las llamas. Este es el paisaje que Israel amenaza con reproducir en Líbano.
Abajo, el horror
A lo largo de más de un año, el ejército israelí ha cometido al menos una masacre de civiles por día, en la que ha habido decenas de muertos. Con frecuencia se supera el centenar por día. Es lo que sucedió el pasado octubre, con el ensañamiento contra el norte de Gaza, y en especial contra el campo de refugiados de Jabaliya. Allí, “todo está arrasado”, según Louise Wateridge (UNRWA) que logró acceder brevemente a la zona en octubre. Otrora, una matanza cometida en un hospital, en una escuela, en un campo de tiendas de campaña para desplazados, hubiera generado portadas en los periódicos. La matanza de palestinos hoy es rutina, luego, apenas constituye noticia ni, lo que es más grave, motivo de escándalo.
Se contabilizan ya más de 43.600 muertos confirmados, incluyendo 16.765 niños, unas 10.000 personas desaparecidas, y unos 102.000 heridos
Las cifras de muertes cometidas de forma directa por ataques israelíes que uno pueda incluir en un texto como este quedan desfasadas inmediatamente. En el momento en que escribo, se contabilizan más de 43.600 muertos confirmados, incluyendo 16.765 niños, unas 10.000 personas desaparecidas, y unos 102.000 heridos. Cuando leáis este artículo, serán muchas más. Cifras que nadie sin ganas de manipular discute ya. Por mucho que la prensa occidental, sin periodistas en el terreno, insista en hablar de las “autoridades sanitarias controladas por Hamás”, resulta que en la Franja de Gaza aún quedan algunos periodistas palestinos (aunque más de un centenar hayan sido asesinados) y un millar de trabajadores sanitarios vivos de UNRWA, además de los que trabajan para el Programa Mundial de Alimentos (PMA), y para las escasas ONG que quedan, que intentan hacer lo que pueden en las instalaciones médicas que quedan en pie.
No obstante, estas cifras se quedan cortas, entre otras cosas porque no incluyen las muertes por hambruna, enfermedad, o como resultado de la agonía de los heridos (que carecen de acceso suficiente a medicamentos, anestesia), ni los datos de zonas inaccesibles como sucede con buena parte del norte de Gaza. Algunas estimaciones verosímiles apuntan a unas doscientas mil personas fallecidas, pero es muy difícil verificarlo con un sistema sanitario colapsado. Si finalmente UNRWA, lo más parecido a una administración que queda en la zona, es expulsada de los Territorios Ocupados Palestinos e Israel mantiene la prohibición de acceso de organizaciones independientes, es posible que nunca sepamos el alcance real de lo que no puede calificarse de otra manera que como un genocidio. La hambruna forzada, consecuencia de las acciones deliberadas de Israel, es una vieja práctica colonial. Asimismo, la proliferación de enfermedades infecciosas como la polio es un producto de la destrucción intencionada y casi total del sistema sanitario.
La hambruna forzada, consecuencia de las acciones deliberadas de Israel, es una vieja práctica colonial
El asedio en curso, el tercero en un año, sobre la población desnutrida del Norte de Gaza, entre trescientas y cuatrocientas mil personas que resistieron la expulsión forzada hacia el sur de la Franja, está derivando en lo que puede llegar ser un exterminio sin parangón en la historia reciente. El 10 de noviembre el editorial del diario Haaretz hablaba de “limpieza étnica a la vista de todos”. Mientras se especula sobre hasta qué punto el llamado “plan de los generales” es política oficial del gobierno, lo cierto es que el ejército israelí en la práctica está ejecutando algunos de sus lineamientos esenciales: expulsión de población que permanece al norte del “territorio Netzarim” (56 kilómetros cuadrados que Israel se ha anexionado completamente), asedio y hambruna sobre la población que insista en permanecer en la zona y que por ese motivo es considerada como objetivo militar. Dicho plan prevé el asentamiento de colonias judías como primer paso de una anexión progresiva del resto de la Franja. La población palestina de Gaza solo tiene como opciones morir o seguir desplazándose a lo largo de un territorio vallado e inhabitable, en condiciones cada vez más penosas.
Las imágenes que a diario toman los palestinos de la Franja de Gaza muestran una galería de atrocidades de todo tipo
Las imágenes que a diario toman los palestinos de la Franja de Gaza muestran una galería de atrocidades de todo tipo que recuerda lo que mostraban los sirios bombardeados por Bachar Al Asad y su aliado ruso. En ambos casos, el teléfono móvil, cuando se logra cargar la batería y conectar a internet, se convierte en la única vía de acceso al mundo, y la desesperada grabación de imágenes, un deber colectivo, una forma de registrar la evidencia que desaparece, una reivindicación de la humanidad de quienes son sistemáticamente deshumanizados. Las imágenes que los soldados israelíes toman y difunden en las redes sociales son, por el contrario, una celebración grotesca de la crueldad con los palestinos secuestrados, de la destrucción y el expolio, pero están permitiendo al menos que investigadores reúnan las piezas de un rompecabezas y establezcan responsabilidades como las del batallón de ingenieros 749 o las de la unidad secreta “Refaim” de francotiradores que ejecutan civiles a placer.
Lo que distingue a Gaza de guerras tan cruentas –y poco mediáticas– como la de Sudán es que no es propiamente una guerra, aunque los militantes de Hamás y de Yijad Islámica continúen sus incursiones contra las tropas de ocupación. Es una destrucción metódicamente organizada, en un perímetro cerrado y vallado, de todo lo que pueda sostener una formación social palestina. Otra particularidad es la intensidad de la matanza por kilómetro cuadrado, la multiplicación sin fin de las imágenes de cuerpos –con frecuencia de niños– desmembrados, aplastados por los escombros o reventados y del dolor y la mirada traumatizada de quienes sobreviven. Solo de vez en cuando, del mar de crueldad emerge una grabación tan chocante que salta de las redes sociales a la prensa. Es lo que pasó con la muerte, quemado vivo, de Sha’ban al-Dalou, un estudiante de 19 años de edad, tras el bombardeo israelí del lunes 14 de octubre sobre el Hospital Al-Aqsa, ubicado en la zona centro de Deir al-Balah, en Gaza. Muchos palestinos han muerto así, pero esta vez una cámara de móvil mostró los momentos finales de al-Dalou, ardiendo sobre una cama de hospital.
Es una destrucción metódicamente organizada, en un perímetro cerrado y vallado, de todo lo que pueda sostener una formación social palestina
El paisaje también cambia en Cisjordania y Jerusalén Este, pero allí de forma paulatina, al compás de los desahucios, las expulsiones, la construcción de nuevos asentamientos para colonos. Israel también bombardea la resistencia en campos como los de Jenín, pero en Cisjordania debe calibrar cómo asesina, al fin y al cabo, hay más de setecientos mil colonos israelíes en asentamientos ilegales dispersos entre islas de palestinos. Más de 780 palestinos, incluyendo 167 niños, han muerto en Cisjordania desde octubre de 2023, muchos directamente a manos de colonos, con total impunidad. Israel se embarca sin tapujos hacia la anexión, pero sin un genocidio abierto al estilo de Gaza, queda la cuestión de cómo gestionar los más de 3,2 millones de palestinos que viven allí de forma fragmentada. De momento, la opción del gobierno consiste en endurecer el sistema de apartheid, limitando aún más los movimientos, amparando las razias asesinas de los colonos y los ataques llevados a cabo por drones, y sistematizando la tortura en las prisiones israelíes que se han llenado de palestinos sin derecho a juicio.
El ejército israelí ha cumplido lo que el portavoz del ministro de defensa prometió el pasado 6 de enero: que “la guerra” (sic) en Gaza duraría todo el año 2024. Si las autoridades israelíes amparan la anexión de Cisjordania y rechazan que pueda establecerse un Estado palestino –y no solo en boca de los ministros extremistas Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir, sino también desde la oposición–; nadie puede llamarse a engaño. ¿Cómo es posible que este “escándalo histórico”, en palabras del ex primer ministro francés Dominique de Villepin, continúe produciéndose a la vista de todos y no parezca tener fin?
La conjura de los mediocres
Buena parte de esta destrucción es llevada a cabo desde el aire, con cazas y misiles estadounidenses. Desde octubre de 2023, Estados Unidos ha entregado a Israel más de diez mil misiles de una tonelada cada uno, de esos que pueden derribar un edificio de diez plantas y abrir enormes cráteres en la calzada. Estados Unidos también ha entregado más aviones, armamento y municiones, por un valor total que supera los 20.000 millones de dólares. El apoyo del presidente Joe Biden no se ha limitado a estas entregas, a proteger a Israel de los cohetes que lanzan los hutíes yemeníes e Irán y a cubrirlo diplomáticamente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Estados Unidos ofrece también cooperación en inteligencia, y funcionarios estadounidenses asisten a reuniones claves del gabinete israelí.
A lo largo de estos meses ha quedado claro cómo la imagen de una administración Biden que intenta contener la ira israelí y detener las matanzas no era más que propaganda. Las fricciones ocasionales, como cuando a finales de mayo Joe Biden anunció un “alto el fuego” temporal que nunca se produjo, no invalidan esta constatación. La iniciativa es israelí, pero sobre la base de una convergencia de intereses, dentro de un orden (el estadounidense). El tándem Biden/Harris y el gobierno liderado por Benjamin Netanyahu han coincidido en un objetivo: la erradicación de Hamás en Gaza y de Hezbolá en Líbano, empresa que no puede verse impedida por la inserción social y política de ambos movimientos de resistencia en el seno de sus respectivas poblaciones.
En Líbano el ejército israelí ha matado a más de 3.100 personas desde octubre de 2023
Así, en Líbano el ejército israelí ha matado a más de 3.100 personas desde octubre de 2023, de las cuales más de dos mil –incluyendo militantes de Hezbolá y civiles– desde que en septiembre intensificara los ataques por todo el territorio libanés. En este caso, la estrategia israelí, tras el espectacular descabezamiento de la cúpula de Hezbolá, consiste en atizar las tensiones sectarias del país, algo que no le ha funcionado en el pasado. Tras centrar sus bombardeos en las zonas de mayoría chií del sur y este del país, a finales de octubre Israel bombardeó ciudades del norte donde una parte de las más de 800.000 personas desplazadas han intentado buscar refugio, incrementando el coste de la solidaridad intralibanesa. Más de 440.000 personas, un 71% de las cuales son sirias y un 29% libanesas, se han visto forzadas a cruzar la frontera para buscar refugio en Siria. Según testimonios, algunos de los sirios que han retornado han sufrido detención y posiblemente tortura.
Por lo que respecta al consenso bipartito de Washington, se trata de la continuación de la “guerra contra el terrorismo” y la erosión de la posición de Irán en la región, sin que ello ponga en riesgo los intereses geoestratégicos y políticos estadounidenses. Que esto último es el límite de lo que de momento puede hacer Israel quedó puesto de manifiesto en la preparación de la “respuesta” militar israelí contra Irán el 26 de octubre: tras días de conversaciones entre Washington y Tel Aviv, Israel atacó instalaciones militares iraníes, pero no infraestructuras energéticas o portuarias, que hubieran incrementado el riesgo de una reacción iraní contra instalaciones equivalentes en la región, y la consiguiente escalada en los precios del petróleo.
El gobierno alemán considera oficialmente “antisemitas”, y por tanto ilegales, cualquier llamamiento al boicot de Israel y la denuncia del apartheid israelí
Mientras, en Europa es el establishment alemán quien lidera el apoyo a Israel, en una aplicación narcisista del Staatsräson de posguerra. El gobierno actual acentúa la línea que marcó Angela Merkel, cuando en 2008 reafirmó ante la Knesset el apoyo alemán incondicional a Israel como una “obligación nacional”. Alemania, segundo exportador de armas a Israel, ha venido incrementando sus ventas de armamento en los últimos meses, a sabiendas de su nefasto impacto en la población civil, que el gobierno de coalición justifica, de forma más cruda que su aliado estadounidense, argumentando que el hecho de que los militantes de Hamás “se escondan” tras la población civil no debería impedir “destruirlos”. Todo ello acompañado de una implacable represión interna de toda expresión de solidaridad con el pueblo palestino. El gobierno alemán considera oficialmente “antisemitas”, y por tanto ilegales, cualquier llamamiento al boicot de Israel, la denuncia del apartheid israelí, y la descripción del sionismo como un colonialismo de asentamiento, aunque sea expresado por judíos progresistas o antisionistas. En breve, las organizaciones y personas críticas de Israel podrían perder la posibilidad de recibir subvenciones públicas.
Emmanuel Macron también ha hecho suya la causa israelí, apuntalada por grupos mediáticos rabiosamente sionistas que presentan las campañas contra Hamás y Hezbolá como parte de la lucha contra el “comunitarismo islamista” en Francia. Aunque el Estado francés se muestre incómodo por el impacto geopolítico de la duración de la matanza y su extensión a Líbano, contempla la reconstrucción de este último como una oportunidad. Netanyahu también ha cultivado relaciones con el presidente húngaro Víktor Orbán, y otras fuerzas europeas de ultraderecha ven con simpatía un gobierno supremacista, radicalmente antiárabe y antimusulmán. Por su parte, los gobiernos más críticos con las últimas acciones de Israel (Irlanda, España, Bélgica, Eslovenia) son minoría en la Unión Europea. Pese a sus reparos y al reconocimiento oficial del Estado de Palestina, ninguno de ellos ha roto relaciones con Israel y alguno, como España, incluso ha continuado comerciando con armamento. Parece que no es fácil cortar amarras con el único Estado realmente existente de los “dos Estados”, estrechamente asociado a la Unión Europea además desde el año 2000, en virtud de un tratado comercial. En Europa, la suerte de los palestinos en Gaza es una mera cuestión humanitaria que cabe paliar, mientras que el mantenimiento de la superioridad israelí es, en efecto, cuestión de Estado.
Ningún gobierno árabe, salvo el gobierno yemení hutí, ha tomado medida alguna contra Israel
Ningún gobierno árabe, salvo el gobierno yemení hutí (no reconocido internacionalmente), ha tomado medida alguna contra Israel, más allá de condenas y votaciones puntuales en la Asamblea General de la ONU. Aunque inquietos por el efecto que pueda tener la arrogancia asesina de Israel en sus respectivas opiniones públicas , los Estados árabes (Baréin, Emiratos Árabes Unidos, Marruecos) que han firmado acuerdos de normalización con Israel no los han revisado. Arabia Saudí nunca llegó a firmar un acuerdo de normalización, como estaba previsto antes del 7 de octubre de 2023, pero podría llegar a hacerlo más adelante, dependiendo de la línea que siga la nueva administración Trump y del papel que pueda desempeñar en ella su yerno Jared Kushner, favorable a las posiciones israelíes más radicales al tiempo que dirige un fondo de inversión ligado a las potencias árabes del Golfo Pérsico. Entre bambalinas, China ha venido promoviendo la unidad entre las facciones palestinas y con sus críticas a Israel se acerca a los países árabes del Golfo, su objetivo principal en Asia Occidental (Medio Oriente para los occidentales), pero sin que ello venga acompañado de presiones contra el Estado de Israel.
Son dos potencias regionales no árabes, Turquía e Irán, las que han ido más allá de la retórica. Turquía suspendió relaciones comerciales con Israel en mayo de 2024 como respuesta al genocidio en Gaza, es el único Estado de la región –junto con Palestina– que interviene en el proceso sobre genocidio ante la Corte Internacional de Justicia, y ha sugerido el uso de la fuerza contra Israel en el marco de Naciones Unidas. Sin embargo, su condición de Estado miembro de la OTAN limita mucho sus opciones militares. Irán ha llevado a cabo dos ataques directos contra Israel, en abril y en octubre de 2024, pero como represalia por ataques previos israelíes contra sus aliados y contra mandos de la Guardia Revolucionaria iraní. Pese a los discursos propalestinos, los limitados ataques del régimen iraní buscan ante todo preservar su capacidad disuasoria –fuertemente erosionada tras las ofensivas israelíes en Gaza y Líbano, y sus opciones negociadoras con Estados Unidos– no detener el genocidio. Con todo, el progresivo acercamiento entre Irán y Arabia Saudí, antiguos enemigos, desde su restablecimiento de relaciones con mediación china en marzo de 2023, podría generar en el futuro una entente contraria a los intereses israelíes, algo que la nueva administración Trump tratará de evitar. En octubre de 2024 ambos países realizaron por primera vez maniobras militares conjuntas en el Mar de Omán, y el 10 de noviembre el jefe de estado mayor de las fuerzas armadas saudíes visitó Teherán. En breve, Irán firmará también un tratado con Rusia, que incluirá un capítulo sobre cooperación militar. En fin, Egipto, Irán, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos se unieron a los BRICS en enero de 2024.
Actualmente, lo único que puede alterar este estancamiento sería el procesamiento de Benjamín Netanyahu por la Corte Penal Internacional
Sin embargo, nada de lo que lleva haciendo Israel a lo largo de más de 400 días ha afectado sustancialmente su posición en la comunidad internacional. Por más que los críticos apunten a su marginación y conversión en un Estado paria, por el momento la realidad inmediata es bien distinta. Israel ha demostrado que para salirse con la suya le basta la legitimación que le otorgan unas pocas potencias occidentales, su atractivo como proveedor de tecnología militar y de inteligencia (también a países del llamado “sur global”), y el bloqueo de suma cero que producen los cálculos, divisiones y maniobras políticas de unos líderes políticos mediocres. En esto, la supervivencia de Benjamín Netanyahu se asemeja a la de su vecino Bachar Al Assad. Y en un contexto de bloqueo del Consejo de Seguridad de la ONU por los vetos de Estados Unidos, Reino Unido y Francia, ningún Estado parece dispuesto a pararle los pies a Israel por la vía militar. Actualmente, lo único que puede alterar este estancamiento sería el procesamiento de Benjamín Netanyahu por la Corte Penal Internacional (el otro posible encausado, Yoav Gallant, ha sido destituido recientemente como ministro de defensa) o una posible caída del gobierno. Pero el genocidio no es tarea de una sola persona.
El genocidio silencioso
Pese a la destrucción y partición minuciosa de la Franja de Gaza, y aunque el número de muertos y desaparecidos hasta el momento pueda llegar a suponer el 10–15 % de la población palestina en el territorio, aún quedarían en el mismo unos dos millones de palestinos. Ningún Estado árabe ha aceptado las propuestas de Israel de transferencia forzada de una población que considera, más que nunca, como una amenaza a su existencia como Estado etno-supremacista. Israel no reconoce un Estado palestino pero tampoco reconoce a los palestinos como grupo bajo su control y con derechos. Expulsión o muerte son las dos únicas opciones que Israel ofrece a la población palestina presente en los territorios que se va anexionando o dominando. Lo más grave es que los gobierno occidentales que anteponen “el derecho de existir” del Estado de Israel por encima de cualquier otra consideración están aceptando de facto dicha posición. El desmantelamiento de UNRWA, a la que contribuirá Donald Trump con la previsible retirada de fondos estadounidenses, supondrá una vuelta de tuerca a un genocidio que, lejos de sus estertores finales, podría estar más bien en su fase inicial.
Expulsión o muerte son las dos únicas opciones que Israel ofrece a la población palestina presente en los territorios que se va anexionando
A esta fase, que ha sido intensiva en recursos militares, le puede suceder –tras una conveniente escenificación “fin de la guerra” bendecida por Donald Trump y por sus socios árabes– otra más silenciosa, en la que la población palestina de Gaza, y también la de Cisjordania, podría quedar completamente desamparada, sometida regularmente a nuevas expulsiones y a ataques punitivos letales por parte de Israel, ante la impotencia o, mejor dicho, el consentimiento tácito de la comunidad internacional. Esto es, con una muy elevada mortalidad, que supere con creces la tasa de fertilidad que tanto preocupa a la sociedad israelí. Como teme el historiador israelí Yair Wallach (SOA, Universidad de Londres), nos dirigimos a la “eliminación política y física de los palestinos entre el río y el mar”. Tal es el proyecto de los colonos extremistas que hoy dominan las instituciones israelíes y que contemplan los próximos cuatro años de administración Trump como una oportunidad histórica que no pueden desperdiciar. Con ello tratan de conjurar la posibilidad de coexistencia democrática entre judíos y árabes palestinos en tierra palestina, en igualdad de derechos, sin supremacismo étnico.
La consagración de Israel como Víctima única llega a su paroxismo, en una inversión de roles que no llama la atención de los expertos oficiales en desinformación
Si antes del ataque del 7 de octubre de 2023 la “cuestión palestina” había quedado relegada al olvido, hoy afronta su desaparición, asumida por las fuerzas políticas dominantes en los países occidentales y singularmente en Europa. Como muestra, la reacción tras las agresiones contra aficionados de fútbol israelíes en Ámsterdam el pasado 8 de noviembre, después de que entre ellos un buen número de camorristas lanzaran cánticos racistas contra los árabes por las calles de la ciudad, agredieran a un taxista, y arrancaran una bandera palestina de un edificio. Las condenas expresadas por los gobernantes europeos, tergiversando los hechos y presentándolos como un pogromo antisemita, contrasta con sus tibias declaraciones y silencios frente a la matanza real de miles de personas en Gaza y en Líbano. La consagración de Israel como Víctima única llega así a su paroxismo, en una inversión increíble de roles que no llama la atención de los expertos oficiales en desinformación, pero sí a millones de ciudadanos árabes europeos que asisten, entre indignados y atemorizados, a su progresiva conversión en minoría acorralada, como los judíos europeos de finales del siglo XIX y principios del XX.
De este modo, Palestina va desapareciendo, consumida por el fuego, salvo que los palestinos recuperen de algún modo las fuerzas, físicas y mentales, para continuar resistiendo. Es el último genocidio colonial, el sacrificio que Israel ofrece a Occidente para salvar una hegemonía mundial que no va a recuperar. Sacrificio consumido por el fuego. En griego, ὁλόκαυστον, holókauston.