El 5 % en gasto militar o Europa ante su estupidez

por | Jun 26, 2025 | Análisis, Coyuntura

La producción de armamento en la UE es un sector estratégico en buena medida al margen de la competencia asiática. De hecho es el único sector donde Europa y EEUU pueden mantener una industria, un I+D todavía «competitivo» (pues su cliente es el Estado) y un beneficio industrial razonable.

Seguramente no hay ningún otra cosa que unifique más a los europeos de la década de 2020 que su común estupidez política. Ninguna otra cosa les hace más europeos que esta incapacidad para pensar por sí mismos y sobre su propio destino. Se trata de una condición especialmente grave entre las élites y sus clases medias.

Hace poco conocíamos el mensaje de Rutte a Donald Trump: «Querido Donald, / Enhorabuena y gracias por tu decisiva acción en Irán. Ha sido extraordinaria, se trata de algo que nadie se había atrevido a hacer. Nos hace a todos estar más seguros [bla, bla, bla] / Donald nos has llevado realmente a un momento verdaderamente importante para Europa y Estados Unidos. Has logrado algo que NINGÚN otro presidente estadounidense había conseguido en décadas. / Europa pagará a lo grande, como debe, y tu ganarás». El lameculos que así escribía es el actual secretario general de la OTAN. La organización cuya cumbre se ha celebrado estos días. Y la organización a la que se votó masivamente en contra en el referéndum de 1986, y a la que pertenecemos desde entonces por una imposición del PSOE de Felipe González.

Que este político holandés, parece que también formado como historiador, escriba así en privado, puede tener muchas lecturas. Puede que haya algo de ironía en sus palabras, como quien juega a la adulación con un nuevo rey electo. O puede que Rutte sea sencillamente un bufón y un simple lacayo (es algo que normalmente va asociado a este tipo de cargos). Pero lo que es verdaderamente cómico es que se acepte con pocas discusiones que Europa está en peligro y que para ello debe gastar la descomunal cifra de un 5 % de su PIB en defensa.

Atendamos al gran enemigo europeo: Rusia. El viejo imperio continental, hoy de nuevo gobernado por una autócrata como los zares o Stalin, con una población que es mezcla de eslavos, tártaros y mongoles, esparcida por una extensión interminable de estepas y bosques fríos. Insaciable en su hambre de calor y clima benigno, tal y como los habitantes de Grecia y el sur de España conocen bien, cuando los ricos rusos arriban a sus costas a beber champagne y comer langostinos.

Una simple flotilla de drones ha destruido una parte sustancial de la gran flota de bombarderos rusos

Pues bien, contra esta amenaza autocrática, que hoy nos atemoriza con su larga sombra sobre la civilizada Europa, se pide que la OTAN gaste «el 5 %», lo que tachan tachan… sería como gastar en armas y soldados casi lo mismo que todo el PIB ruso. Los 32 miembros de la OTAN suman aproximadamente 1.000 millones de habitantes, algo así como veinte veces la renta nacional de ese país y más de la mitad del gasto militar del conjunto del planeta. Sopesemos, a partir de estas cifras, la amenaza rusa, su ejército embarrado en una guerra en la que no ha podido siquiera ocupar completamente las áreas rusófonas del Dombás, que le eran básicamente afines; un país ¡diez veces más pobre que la Gran Rusia! Sopesemos también que una simple flotilla de drones ha destruido una parte sustancial de su gran flota de bombarderos. ¡Qué amenaza existencial para Europa!

Conviene recordar también que la guerra rusa responde a toda clase de provocaciones de la OTAN en su expansión hacia el este. Consideremos igualmente el trato diferencial dado a autócratas militaristas: el Netanyahu de «la única democracia de Oriente Medio» que comete un genocidio «por el derecho a defenderse de Israel» y al campeón de la dictadura iliberal, Putin, que comete un acto de agresión criminal contra un pobre país soberano: Ucrania.

Una parte sustancial de los rusos y los ucranianos no han querido participar en esa guerra estúpida

Por si cupiera alguna duda, la Europa bienpensante se alinea con la democracia y con Ucrania, sin pensar dos minutos en nada de lo que allí ocurre y sin reconocer que una parte sustancial de los rusos y los ucranianos no han querido participar en esa guerra estúpida, tal y como demuestran los millones de desertores que acumulan ambos países y la dificultad para encontrar tropas para participar en esa carnicería en pro de «la patria» y sus respectivas cleptocracias. Recordemos que la clase política europea ha jaleado como nadie esta guerra de mierda, sin importarle las consecuencias.

A Europa incluso, y más concretamente a Alemania, se le ha hecho aceptar, sin protesta —y siempre con el argumento de que estamos con la «democracia frente a la autocracia»—, la destrucción de su principal fuente de energía barata (el gas ruso) con el sabotaje del gaseoducto Nord Stream, probablemente también por fuego amigo (¿polaco?, ¿ucraniano?, ¿estadounidense?, lean los muchos informes que ya hay sobre el caso).

Una vez más, Alemania se rinde a la sujeción americana, sin protestas ni apenas fisuras (salvo la de su extrema derecha)

La autonomía europea es, como se ve, nula. Por eso hoy, una vez más, Alemania se rinde a la sujeción americana, sin protestas ni apenas fisuras (salvo la de su extrema derecha). Las formas de la bobería europea son tan variadas que apenas se podrían listar: el sometimiento alemán, con su culpa ambivalente, que apenas varía entre Merkel, Scholz y Merz; el chovinismo impotente francés que tan gallardamente representa Macron; el recuerdo imperial británico, con esa expresión tan sentimental del proisraelí Starmer; el modernismo proeuropeo y pueril de españoles y portugueses, que hoy Sánchez representa como el barítono de la razonabilidad democrática; el sometimiento responsable de Meloni, que no se compensa con su neofascismo y su Romanitá cutre y decadente; y, en todos los casos, los nacionalismos y racismos provincianos de países que ni cuentan ni tampoco van a contar en el tablero geopolítico global

Consideremos otra prueba de la estupidez europea. A la luz de los que se nos dice sin tapujos, todo lo que importa para la OTAN es el gasto, no la operatividad, la unidad de mando o la eficacia de la Alianza. Menos aún parece importar que el proyecto de Trump de descargarse de la defensa imperial en Europa y concentrarse en lo que verdaderamente preocupa (China y el Pacífico) podría ser una oportunidad para disponer de un ejército propiamente europeo, lo cual es condición sine qua non para su autonomía. Lo que importa es únicamente la pela.

Y es aquí donde reside toda la cuestión. EEUU pide una subvención a su industria militar pagada por los europeos. Casi al mismo tiempo, la industria militar europea (como la industria militar vasca y el naval español) se muestra contentérrima con este impulso exponencial de la demanda pública de acero, armas y maquinaria, en la que encuentran también su verdadera tabla de salvación. Valga decir que la producción de armamento es un sector estratégico en buena medida al margen de la competencia asiática. De hecho es el único sector donde Europa y EEUU pueden mantener una industria, un I+D todavía «competitivo» (pues su cliente es el Estado) y un beneficio industrial razonable. El problema está en que en casi todo lo demás (desde juguetes a paneles fotovoltaicos y coches eléctricos) preferimos producto chino: mejor y más barato.

El 5 % es sencillamente eso: una enorme subvención industrial, un paradójico giro político keynesiano

El 5 % es sencillamente eso: una enorme subvención industrial, un paradójico giro político keynesiano, y ya de paso una posibilidad para aminorar otros gastos más improductivos como pensiones, educación, sanidad o transición energética. Comparen ese 5 % y el 3-4 % que se pide para acelerar la transición ecológica, o con los cada vez más deficitarios presupuestos de los Estados sociales europeos. Hay dinero para armamento sin restricciones, so pretexto de la defensa y la amenaza fantasmática rusa. No hay dinero para frenar el cambio climático o corregir desigualdades manifiestas. La austeridad siempre se ha aplicado con doble vara.

Mirar a Europa es encontrarse con un conjunto variable de poblaciones ancianas, que viven en parte de las rentas del viejo mundo rico que han heredado

Durante los últimos doscientos años, la España decadente ha mirado a Europa para encontrar su faro civilizatorio: primero industria, imperio y colonias; luego democracia, libertades y modernidad. En pocas palabras, la clases «educadas» españolas han buscado fuera la inteligencia (por cruel que esta fuera) que parecían no encontrar dentro de sus propias fronteras. Esto es lo que ha hecho a España un país moderno, moderado, civil y viejo. Hoy, sin embargo, mirar a Europa es encontrarse con un conjunto variable de poblaciones ancianas, que viven en parte de las rentas del viejo mundo rico que han heredado (empresas, propiedades, etc.) y, en parte, del trabajo cada vez más precario de sus pobres internos, así como de los muchos migrantes que necesitan para compensar algo el envejecimiento poblacional. Con estos mimbres hay poca esperanza para Europa. Y seguramente la única que queda está entre los «nuevos europeos» que hoy son perseguidos por los jóvenes embrutecidos y borrachos de ira que juegan al progromo antiextranjero y antimusulmán.

Pero esperemos unos meses. En poco tiempo, pasarán cosas. No hay ninguna posibilidad de que la Unión Europea pueda ser viable con tales dosis de estupidez manifiesta entre sus élites políticas y las clases medias que las soportan.

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